Para ti, que ves la granola de avena y lloras porque estás aburridísimo, necesitas un cambio.
Pueden tener el tamaño que quieras. Si lo prefieres, puedes no picarlos. A mí me gusta hacerlo para que todo se mezcle mejor.
A partir de este paso ya puedes hacer todo en la fuente que llevarás al horno. ¡Así ensucias menos!
Es recomendable hacer esto en una taza o cuenco aparte. Y con magias me refiero al aceite de coco, la esencia de vainilla, la manteca de maní, la canela, la estevia y lo que quieras sumarle para darle sabor.
Integra la mezcla anterior a los frutos secos, la quinoa y las semillas. Procura que todo quede bien mezclado.
El horno debe estar precalentado y a fuego medio-bajo. La idea es que todo se cocine y la quinoa se pueda secar (ya que estaba hervida, y por ende, húmeda), así estando la granola en el frasco no se echa a perder.
Cocinar hasta que el coco esté levemente dorado y la quinoa seca.
Deja que la granola esté fría antes de guardarla, para que no acumule humedad. Así te durará más.
Mucho mejor en recipiente hermético o frasco de vidrio.
Queda riquísima con fruta cortada, con yogur vegano o de leche de vaca, con leche vegetal. ¡Aguante la granola con personalidad, he dicho!